Todos conocemos el dicho de que perros y gatos se llevan mal, pero, ¿es esto cierto? ¿Es difícil la convivencia entre perros y gatos en la misma casa? Nosotros no estamos tan de acuerdo con esta frase popular y, por eso, vamos a dar respuesta a las dudas que te puedan surgir en el caso de que ya tengas un perro o un gato y quieras ampliar tu familia con un compañero de otra especie.
Los perros y los gatos son animales muy distintos, sobre todo en lo que se refiere a su carácter y comportamiento. Pero, tradicionalmente, hemos visto que en muchos hogares, sobre todo hace años en entornos rurales, perros y gatos convivían en una misma casa y, aunque podía haber trastadas, travesuras y demás anécdotas animales, disfrutaban felizmente de su mutua compañía.
Los perros han sido acompañantes tradicionales del ser humano. Se le suele conocer como el mejor amigo del hombre porque desde hace miles de años ha ido acompañando a nuestros antepasados y ha cumplido una gran labor a lo largo de la historia en distintos términos. De hecho, a pesar de su pasado depredador, podemos definirlos como compañeros fieles y protectores, y todos disfrutamos al tener uno a nuestro lado.
Los gatos, por su parte, son unos animales domésticos también muy tradicionales, y de los más comunes en las casas y pisos desde hace siglos. Pero, a diferencia de los perros, el carácter de los felinos suele ser más independiente y, aunque también ofrecen grandes dosis de compañía y cariño, lo hacen de manera distinta a los canes.
Estas diferencias que hay entre perros y gatos se han de tomar como normas generales, y no absolutas. Es decir, cada perro y cada gato son un mundo y no cabe descartar la posibilidad de que nos encontremos con un perro muy gatuno o un gato más perruno de lo normal.
De todas maneras, más vale prevenir, y para que perros y gatos se adapten bien unos a otros, os vamos a recomendar una serie de consejos para la convivencia entre perros y gatos que podéis poner en práctica.
Cuando el nuevo amigo llegue a la casa, lo mejor es dejarlos en habitaciones separadas. Los perros y los gatos empiezan a conocer e identificar a sus compañeros de vivienda mediante el olfato, y así se irán acostumbrando al olor de las otras mascotas. También se les puede ir dejando algún juguete u objeto de su futuro amigo, para que se habitúen, dejar que se huelan y se escuchen el uno al otro por debajo de la puerta o, más adelante, intercambiar las habitaciones de uno y otro.
Una vez que hayan pasado unos días así y ya estén familiarizados, puede llegar el momento de las presentaciones. Para esto, también hay que tomar algunas precauciones. Por ejemplo, y ya que los perros suelen ser más fuertes físicamente, siempre es buena idea hacer esta introducción cuando el perro esté bien comido y haya realizado algo de ejercicio, para que así no exponga toda su energía y actividad, ni se excite demasiado al ver al gato. En caso contrario, sus ganas y su animosidad pueden asustar al felino y provocarle miedo.
En cuanto a los gatos, es mejor que estén en un lugar en el que se sientan protegidos, a ser posible un lugar alto mientras el perro está en el suelo, pero no es conveniente cargarlos en brazos, porque se pueden poner más a la defensiva al notar que no tienen tanta libertad de movimientos cuando el perro se quiera acercar.
Un supuesto distinto es cuando el perrito y el gatito llegan a casa al mismo tiempo. En este caso, todo puede ser más sencillo, ya que desde pequeños se acostumbran a la presencia del otro y todo les va a resultar más natural. De todas maneras, siempre hay que educarlos y enseñarles cuál es el espacio de cada uno, para que así se respeten y no entren en conflictos.
Lo mejor es diferenciar siempre los lugares y recipientes de su comida, para que no se la roben o se peleen por ella, y que se familiaricen cuando estás jugando con uno de ellos y que no se sientan injustamente tratados.
Aunque defendamos que perros y gatos se puedan llevar bien, siempre se puede dar el caso de que la convivencia entre ambos resulte más complicada. Pero, realmente, esto no hay que achacarlo a la diferencia entre especies, sino que seguramente se debe al carácter particular de uno o de ambos. De hecho, si un perro o un gato son menos sociables, también puede que no se adapten o convivan bien con otros animales de su misma especie. Pero tranquilos, esto siempre se acaba arreglando con paciencia y cariño a grandes dosis.